Llega el momento en el que todo coleccionista, prospera y empieza a elegir la calidad sobre la cantidad… ese afán primerizo y a veces descontrolado, de intentar conseguir mucho numerario, se va tornando con el tiempo, en una selección más cauta y estudiada.
2 maravedís de Carlos IV de 1808.
En los comienzos, es normal que el coleccionista empiece a demandar piezas de bajo coste y que no preste la debida atención a las características propias de cada moneda… y ello es debido, a que todavía no poseemos un criterio claro ni sobre lo que verdaderamente queremos, ni sobre las cualidades propias que definen a unas monedas de otras.
Por otro lado, en las primeras compras, todo nos sabe a nuevo, porque no conocemos las monedas... Pasa lo mismo que con la música... Cuando escuchamos por primera vez una melodía, suele tener mayor poder en llamar nuestra atención, que cuando ya la hemos oído cientos de veces...
El que ciertas monedas sean menos costosas, tampoco quiere decir que estén exentas de valor numismático… aunque ciertamente, serán mucho más accesibles al principio que otras monedas de mayor precio.
El estudio a través de catálogos, redes sociales y distintos soportes cognitivos, no sólo son necesarios para aprender de numismática, si no también, para ayudarnos en nuestro propia forma de coleccionar… gracias a ello, podremos ir definiendo nuestras colecciones y valorar objetivamente el precio de ciertas piezas.
Ya lo dije en alguna otra entrada, que llega el día en que va “desapareciendo” esa sensación algo puñetera que queda detrás de un compra… ¿Quién no ha experimentado alguna vez esta sensación? … Cuando una compra está meditada y estudiada, parece ser que el sentimiento que tenemos después de la adquisición de la misma, es algo menos molesto.
¿Por qué pasa todo ésto ante una adquisición de una pieza con valor “elevado"?
No podemos obviar, que aunque hayamos conseguido una pieza histórica relevante, no dejará de ser un “producto” de segunda necesidad, un "capricho" de coleccionista.
El alto desembolso de la pieza, puede en ocasiones, sumirnos en un estado incómodo por culpabilidad... pero este sentir, desaparecerá, si verdaderamente sabemos lo que estamos comprando.
Hay ciertas razones que nos pueden ayudar a la hora de decidirnos a comprar una moneda relevante;
1) El conocer qué tipo de pieza tenemos entre manos, justifica la valoración económica que podamos hacer sobre ella.
2) Con piezas con coste de adquisición mayor, tenemos asegurada la venta de la misma si algún día lo necesitáramos como tal. Lo normal, es que a parte de coleccionar, estemos preservando un
Blanca a nombre de los Reyes Católicos.
capital (aunque no queremos deshacernos de nuestras colecciones, este punto es un buen hándicap para animarnos a decidir una compra muy deseada)
3) Iremos conociendo los precios de mercado y no nos sentiremos engañados o defraudados cuando adquiramos monedas que hayan sido bien estudiadas.
Es la sensación de miedo a equivocarse. De que quizá esa moneda por la que estamos desembolsando un buen dinero no valga lo que estamos pagando y que ese dinero se esfume.
ResponderEliminarEs una sensación que ocurre varias veces, según vamos aumentando el coste de las monedas que adquirimos. Hablé sobre ello aquí: https://blognumismatico.com/2013/06/21/las-primeras-veces-en-la-numismatica/
Cierto Adolfo, en ocasiones hay miedo a no acertar en el precio de ciertas monedas... más, teniendo en cuenta la posible fluctuación que pueden experimentar de unos años a otros, por diversas causas...
ResponderEliminarY creo que pasa más, en la compra de monedas históricas con valor intrínseco menos noble... pues el precio que valen esas piezas están más en función por sus peculiaridades extrínsecas y su rareza... Digamos que no es un precio "objetivo" y fiable al 100% como con otras monedas de oro incluso plata.
ResponderEliminarPor cierto...leí tu entrada...muy, muy buena y acertada, al igual que los comentarios ;);)
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